TRABAJO DE CAMPO Y ¡VACACIONES!
Ahora que estoy de vuelta en Inglaterra e instalada en mi súper habitación, tengo tiempo para re-escribir sobre las dos últimas semanas y media en Ghana. Digo re-escibir porque hace una semana lo tenía todo escrito y prácticamente acabado, cuando se me apagó el ordenador y como lo había escrito directamente en el blog, lo perdí todo... es que Elena, pareces nueva. En fin, intentaré contar el final de la estancia en Ghana lo más ajustado a la realidad posible. Desde el último post pasé en Ghana dos semanas y media más; dos semanas en los pueblos haciendo el "trabao de campo" y cinco días en Accra disfrutando del sol y de la playita.
REGIÓN DEL NORTE Y NORESTE - TRABAJO DE CAMPO
Las dos últimas semanas de trabajo las pasé en los pueblos de las regiones del norte y del noreste haciendo el trabajo de campo. Mi labor consistía en supervisar a los entrevistadores mientras hacían las encuestas en los pueblos y monitorear esa información – la data – para comprobar que no hubiera errores. Como ya conté en el pasado post, la recogida de la data es fundamental para su posterior evaluación. Una mala recogida de data y adiós evaluación.
Mi día a día consistía en lo siguiente; por la mañana me iba con el equipo de entrevistadores a los pueblos y por la tarde me juntaba con ellos para aclarar dudas y corregir errores de la data. Por la noche, una vez que todos subían la información recogida, yo la descargaba y comprobaba que no hubiera errores. Esta ha sido la parte más difícil, porque nunca había monitoreado la recogida de data y al mismo tiempo que aprendía, tenía que supervisar que se hiciera correctamente. Pasé unos primeros días un poco estresada pero luego le pillé el tranquillo y le acabé cogiendo el gusto.
Las dos últimas semanas de trabajo las pasé en los pueblos de las regiones del norte y del noreste haciendo el trabajo de campo. Mi labor consistía en supervisar a los entrevistadores mientras hacían las encuestas en los pueblos y monitorear esa información – la data – para comprobar que no hubiera errores. Como ya conté en el pasado post, la recogida de la data es fundamental para su posterior evaluación. Una mala recogida de data y adiós evaluación.
Mi día a día consistía en lo siguiente; por la mañana me iba con el equipo de entrevistadores a los pueblos y por la tarde me juntaba con ellos para aclarar dudas y corregir errores de la data. Por la noche, una vez que todos subían la información recogida, yo la descargaba y comprobaba que no hubiera errores. Esta ha sido la parte más difícil, porque nunca había monitoreado la recogida de data y al mismo tiempo que aprendía, tenía que supervisar que se hiciera correctamente. Pasé unos primeros días un poco estresada pero luego le pillé el tranquillo y le acabé cogiendo el gusto.
Ir a los pueblos era, cómo no, toda una experiencia. A mí me encantaba
ir a primera hora de la mañana porque hay mucho movimiento y porque la luz a esas horas es muy bonita, además que es cuando más fresco hace. A mediodía el calor es aplastante; la gente
suele descansar a la sombra o dentro de las casas y apenas hay movimiento Sin embargo, hay una excepción: los niños. Los niños de los pueblos corretean por ahí todos juntos y les da igual que haga un solazo de justicia. Y si encima hay visitantes, vamos, fiesta nacional. Los niños son los que mas emoción manifiestan ante la llegada de visitantes (creo que nunca me cansaré de hablar de los niños de los pueblos) y te saludan entusiastamente . Los mas tímidos simplemente se dedicaban a contemplarme y no me quitaban el ojo de encima pero los más intrépidos, tras un buen rato de decidirse, venían a que les diera la mano y se volvían a ir corriendo. En los pueblos más aislados había niños que lloraban al verme y salían corriendo despavoridos a buscar a su madre, jajaja. Me encantaría saber lo que les pasaba por la cabeza en ese momento....
A veces, contemplarme no les parecía suficiente y me seguían allá donde fuera. Un día andaba yo por un pueblo buscando a los entrevistadores con un séquito de 20 o 25 niños detrás mío. No hacían ni decían nada, simplemente me seguían. De vez en cuando me giraba y les decía cosas a los que ellos respondían al unísono con evidente entusiasmo. Por ejemplo yo les decía "hellooooo" y ellos "hellooooo!!!" y yo "how are youuuu?" y ellos "I am fine, thank youuuuu!!" (me hace gracia que esa es la respuesta universal, no hay opción a estar regular,mal o muy bien, sólo fine). Si yo me reía, ellos se reían también.Y si les decía algo en mampruli, se miraban entre ellos con los ojos como platos. Además de cómico, el séquito de niños guardaespaldas también me era muy útil cuando tenía que encontrar a los entrevistadores siguiendo las nada claras indicaciones de la gente de los pueblos.
A veces, contemplarme no les parecía suficiente y me seguían allá donde fuera. Un día andaba yo por un pueblo buscando a los entrevistadores con un séquito de 20 o 25 niños detrás mío. No hacían ni decían nada, simplemente me seguían. De vez en cuando me giraba y les decía cosas a los que ellos respondían al unísono con evidente entusiasmo. Por ejemplo yo les decía "hellooooo" y ellos "hellooooo!!!" y yo "how are youuuu?" y ellos "I am fine, thank youuuuu!!" (me hace gracia que esa es la respuesta universal, no hay opción a estar regular,mal o muy bien, sólo fine). Si yo me reía, ellos se reían también.Y si les decía algo en mampruli, se miraban entre ellos con los ojos como platos. Además de cómico, el séquito de niños guardaespaldas también me era muy útil cuando tenía que encontrar a los entrevistadores siguiendo las nada claras indicaciones de la gente de los pueblos.
Allá van más fotos de estos días en los pueblos:
Familia en Siisi - ¡con perro incluido! |
💗 |
Para esta evaluación en concreto, se comparan pueblos donde se ha realizado el proyecto con pueblos en los que no. La selección de los pueblos la hacen las organizaciones con las que
trabaja Oxfam en el terreno y lo que todas tienen en común es la difícil accesibilidad.
Como mínimo, están a una hora de camino desde donde nos alojábamos, y con un
camino de tierra con socavones, ríos y dunas que ni el Paris-Dakar. Menos mal
que Karim tiene 24 años de experiencia como chófer por lo que mi
labor de copiloto se limitaba a subir o bajar el volumen dependiendo de la canción
de Abu Sadiq (su artista favorito) que estuviera sonando. De tanto escucharlas, me las acabé “aprendiendo”
y las canturreaba en dagbani, para horror de Karim.
Una de las complicaciones de trabajar en los pueblos es encontrar los pueblos en cuestión, porque no sé a qué lumbreras se le ocurrió que repetir los nombres de los pueblos era una buena idea, aunque estén a varios kilómetros de distancia. Además, la cobertura allí es escasa o nula. Para poder comunicarse, en algunos pueblos utilizaban lo que sería la versión rural de las cabinas de teléfono públicas; un teléfono móvil sujeto con cintas a un árbol allí donde hubiera un mínimo de señal. Me encantan estas cosas tan rudimentarias, porque en realidad, ¿hace falta más?
Una de las complicaciones de trabajar en los pueblos es encontrar los pueblos en cuestión, porque no sé a qué lumbreras se le ocurrió que repetir los nombres de los pueblos era una buena idea, aunque estén a varios kilómetros de distancia. Además, la cobertura allí es escasa o nula. Para poder comunicarse, en algunos pueblos utilizaban lo que sería la versión rural de las cabinas de teléfono públicas; un teléfono móvil sujeto con cintas a un árbol allí donde hubiera un mínimo de señal. Me encantan estas cosas tan rudimentarias, porque en realidad, ¿hace falta más?
Gracias a Karim he conocido un poco más de la gastronomía ghanesa, de la que todavía no había hablado.
En Ghana el plato principal por excelencia parece ser el “fufu”; una masa blanda hecha de raíces de ñam y mandioca que se come acompañada de salsas de cualquier tipo. En la zona en la que estaba yo cocinan mucho con cacahuete así que, como es de esperar, el “fufu” lo acompañan de salsa de cacahuete. Lo mejor de todo es que se come con la mano.
El único hándicap es que la cocina ghanesa es muy picante, a lo que yo no estoy nada acostrumbrada. Al principio insistía: “por favor, sin picante", "pero sin picante, ¿eh?” pero como si nada, yo seguia echando fuego por la boca. Al final me limitaba a comer lo que no llevara picante así que mi dieta consistió en arroz blanco con unas pocas verduras, fufu, pasta con verduras y cacahuete en polvo, y otra vez arroz blanco con verduras. Acabé realmente harta del arroz. Entre la "variada" oferta gastronómica y el intenso calor, apenas comí y perdí dos o tres kilos. En el viaje de vuelta en el coche, solo pensaba en lo que me iba a pedir para cenar en cuanto llegara a Tamale.
Sospecho que Karim, el chófer de Oxfam, estaba alarmado por mis dos semanas de ayuno forzado porque nada más llegar a Tamale, una trabajadora de Oxfam con la que había trabajado las dos primeras semanas, me propuso ir a cenar así muy casualmente. Se quedó bien tranquila al verme devorar el plato de pollo con vegetales, hummus y ensalada, y crêpe de postre. ¡Me supo a gloria! Aunque parecía que no era suficiente para mi estómago, porque esa noche me desperté de madrugada con la sensación de tener un agujero en el mismo, que no era más que hambre (tal y como lo cuento parece que vengo de la guerra).
En Ghana el plato principal por excelencia parece ser el “fufu”; una masa blanda hecha de raíces de ñam y mandioca que se come acompañada de salsas de cualquier tipo. En la zona en la que estaba yo cocinan mucho con cacahuete así que, como es de esperar, el “fufu” lo acompañan de salsa de cacahuete. Lo mejor de todo es que se come con la mano.
El único hándicap es que la cocina ghanesa es muy picante, a lo que yo no estoy nada acostrumbrada. Al principio insistía: “por favor, sin picante", "pero sin picante, ¿eh?” pero como si nada, yo seguia echando fuego por la boca. Al final me limitaba a comer lo que no llevara picante así que mi dieta consistió en arroz blanco con unas pocas verduras, fufu, pasta con verduras y cacahuete en polvo, y otra vez arroz blanco con verduras. Acabé realmente harta del arroz. Entre la "variada" oferta gastronómica y el intenso calor, apenas comí y perdí dos o tres kilos. En el viaje de vuelta en el coche, solo pensaba en lo que me iba a pedir para cenar en cuanto llegara a Tamale.
Sospecho que Karim, el chófer de Oxfam, estaba alarmado por mis dos semanas de ayuno forzado porque nada más llegar a Tamale, una trabajadora de Oxfam con la que había trabajado las dos primeras semanas, me propuso ir a cenar así muy casualmente. Se quedó bien tranquila al verme devorar el plato de pollo con vegetales, hummus y ensalada, y crêpe de postre. ¡Me supo a gloria! Aunque parecía que no era suficiente para mi estómago, porque esa noche me desperté de madrugada con la sensación de tener un agujero en el mismo, que no era más que hambre (tal y como lo cuento parece que vengo de la guerra).
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Garu al atardecer |
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Asi se prepara el "fufu" |
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El restaurante del "fufu" |
La llegada a los pueblos fue anunciada por un niño tocando un cencerro mientras la gente acudía al lugar de reunión: bajo el árbol más grande. Allí los privilegiados nos sentábamos en sillas de plástico mientras que el resto se sentaba en bancos de madera o en el suelo. Me sorprende que siempre se dividen entre hombres y mujeres cuando están en grupo. Aunque vengan el hombre y la mujer juntos, se separan cuando llegan al grupo; hombres por un lado y mujeres por otro. Antes de empezar, tuvimos que saludar al jefe del pueblo y a sus "guerreros" dando palmas y diciendo el "naaah" como respuesta a todo lo que dijeran.
La información que compartimos al final fue; las técnicas de cultivo que utilizan los habitantes de esa comunidad en concreto y cuántos de ellos conocen los beneficios de utilizar esas técnicas y la división de tareas dentro del hogar entre hombres y mujeres. Yo ya me sabía más palabrejas en mampruli y las soltaba de vez en cuando, para regocijo de mi auditorio.
En cuanto a lo primero, la mayoría conocían las técnicas de cultivo que utilizan sus vecinos así que no hubo grandes sorpresas. Pero sin duda, lo más interesante fue lo segundo; cómo se distribuían las tareas del hogar entre hombres y mujeres. En el pueblo donde se había desarrollado el proyecto, el porcentaje de hombres que participaban en las tareas del hogar era bastante elevado, mucho mayor que en el pueblo de comparación. Los hombres parecían muy mentalizados con lo de participar en las tareas del hogar y realmente hacían algo para aliviar la carga de trabajo de las mujeres. África es un continente inmenso, con muchos países muy diferentes entre ellos, incluso dentro de la misma zona geográfica. Yo solamente conozco un poco de Sengal y otro poquito de Ghana, pero puedo afimar sin temor a equivocarme que el papel imprescindible de las mujeres en África es el mismo en todo el continente. Las mujeres trabajan desde que se levantan hasta que se acuestan, en el campo y en la casa, desde recoger cacahuetes hasta preparar la cena, y generalemente con un niño pequeño a la espalda. Están en continuo movimiento y son una fuente de energía constante. Su papel ha sido tradicionalmente muy discreto aunque afortunadamente la cosa está cambiando y ellas mismas son conscientes de ese cambio y lo promueven.
Me gustó ver como los hombres parecen estar cada vez más concienciados e implicados en las tareas del hogar, aunque de momento sea “echando una mano” en vez de estar repartido equitativamente. Pero bueno, todo cambio requiere su tiempo. Había hombres que argumentaban que ellos no participaban en las tareas del hogar porque era algo que tradicionalmente nunca habían hecho o porque tenían más de una mujer y "claro, ayudar a las dos era demasiado". Sin embargo, también muchos hombres manifestaban el deseo de seguir colaborando en las tareas del hogar y de que el reparto fuera equitativo, lo que arrancaba los aplausos y vítores del grupo de mujeres. Aunque no sé hasta qué punto me podía fiar de que sólo aplaudieran cuando estaban de acuerdo, porque aplaudían como respuesta a casi todo lo que decía: "un 70% de los hombres lavan la ropa o hacen la comida" (por ejemplo) y ellos clap clap, pero también "un 30% de los hombres no consideran aceptable cocinar o lavar la ropa” y ellos clap clap. Y yo pensaba "vamos a ver, ¡¡pero si no está tan bien!!", jajaja.
Fue muy satisfactorio porque al final del todo, varios hombres y muchas mujeres nos agradecieron haber vuelto a las comunidades y haber sacado el tema de la distribución de tareas del hogar a debate público.
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Moses, el moderador y traductor |
A toro pasado, puedo decir que ha sido una
experiencia muy positiva y agotadora al mismo tiempo. He aprendido muchísimo,
de lo que estoy muy satisfecha, y, sobre todo, he disfrutado del proceso,
aunque no siempre ha sido fácil. Las condiciones del trabajo de campo a veces
son duras; condiciones climatológicas generalmente difíciles, poca o
nula oferta gastronómica y sin duda, lo más duro, el aislamiento. Es
cierto que estas rodeado de gente todo el día pero al frente del proyecto estás
tú solo. Y también es verdad que veía a los entrevistadores cada día, pero era o
bien en los pueblos donde tienen que hacer las entrevistas o por la tarde,
cuando lo único que querían era darse una ducha y descansar. Además, aunque fuéramos
más o menos todos de la misma edad yo estaba ahí para supervisarles y no me
terminaban de ver como una igual. Yo intentaba que no se notara esa “jerarquía”
pero creo que, aunque invisible, era palpable. Me ha dado pena no haber podido
conocerlos mejor, porque era un grupo de gente fantástico con los que creo que habría
hecho buenas migas.
ACCRA - ¡¡¡VACACIONES!!!
Una vez acabado el trabajo de campo llegaron mis ansiadísimas vacaciones. Desde Oxfam me "dejaron" volver a la oficina una semana más tarde y yo feliz de la vida porque Accra está en la costa y yo llevaba soñando con ir a la playa desde Diciembre.
Tengo la suerte de que una amiga mía del máster, Satomi, está haciendo prácticas en Accra así que me junté con ella a media tarde. Mientras esperaba a que se levantara de la noche de juerga anterior me metí en la primera cafetería occidental que ví a dar buena cuenta de paninis y fajitas. Con el hambre que tenía casi me como media cafetería. Me junté con Satomi a media tarde y tras ponernos al día, nos fuimos a cenar a un restaurante mejicano con una amiga suya coreana simpatíqusima. Esa noche me tomé la primera cerveza en dos meses que me supo a gloria bendita y unas quesadillas que fueron como maná recién caído del cielo. Además, hacía una temperatura perfecta de calor con brisilla, nada bochornoso. Estaba tan a gusto que cantaba con entusiasmo la música reggaetonera que sonaba de fondo (mi hermano estaría muy decepcionado conmigo, lo siento Carlos).
Al día siguiente mis plegarias fueron escuchadas y ¡¡¡salió el sol!!! Vaya subidón. En cuanto ví los rayos del sol levanté a Satomi y nos fuimos a una de las playas de Accra. La playa sin más, no era especialmente bonita pero a mí lo de tomar el sol y bañarme en el mar en pleno Febrero me parecía lo más. Me pasé el día al sol absorbiendo vitamina D mientras Satomi, que es blanco nuclear, se quedaba a la sombra. Aún no se explica cómo al final del día era ella la que estaba roja quemadísima del sol.
Esa noche me fui a casa de Laura, una chica ghanesa con la que contacté en couchsurfing. Laura es una chica encantadora de 28 años que me acogió en su casa a pesar de trabajar de enfermera y estudiar al mismo tiempo e ir de culo toda la semana. Fue una suerte contar con ella para moverme por Accra y coger los tru-tru, furgonetas que hacen de autobuses y que llevan a un individuo con medio cuerpo fuera vociferando las paradas en twi o en ga, las lenguas locales.
Con Laura descubrí platos de la gastronomía ghanesa deliciosos como el el arroz jollof o el waakye (arroz, judías, carne guisada, tomate, espaghetis y verduras). El waakye se sirve envuelto en hojas de palma y se come con la mano.
Mi favorito es el red-red: pescado frito con judías, gari y kelewele (plátano frito). Menos mal que conocí estos platos porque si no yo no salía del fufu o del arroz blanco con vegetales...¡no por Dios!
Laura es una chica con la que se puede hablar de todo y era sorprendente ver la determinación y la seguridad con la que se oponía a todo lo que se espera de una chica africana de 28 años: casarse y tener hijos. Ella tiene un novio alemán al que ve de vez en cuando pero antepone sus estudios ante todo y no tiene ninguna prisa por casarse, ni siquiera sabe si lo hará. Me contaba que en Ghana es muy frecuente que las chicas tengan "novios" en Europa o Estados Unidos. Una amiga suya sin ir más lejos, "sale" con un señor americano de 70 años, al que nunca ha visto. Hablan a menudo y ella sueña con irse a Estados Unidos.
A mí me da pena que estos jovenes tan preparados tengan tantas ganas de irse a Europa o América, a "la tierra de la abundancia", sin duda influenciados por los medios de comunicación y por la creencia de que los blancos son todos ricos. Está claro que tenemos el privilegio de vivir en países con una mejor economía y económicamente más desarrollados, pero como tal y como intentaba explicarles, no todo es desarrollo ni un mayor PIB significa más felicidad. En Ghana, y también en Senegal, hay mucha pobreza pero se respira alegría en el ambiente. Tienen menos dinero pero más sonrisas y un sentimiento de comunidad muy arraigado. El camarero del hotel de Tamale me decía lo mismo; él se vino a estudiar a Inglaterra y decía que se sentía muy solo y que solo se quería volver a Ghana.
Sé que es muy fácil decir estas cosas desde mi condición de europea privilegiada a la que nunca le ha faltado de nada, pero me da la impresión de que la gente que he conocido en Ghana y Senegal son más alegres. Quizá sea porque tengan menos expectativas y por tanto menos frustraciones, no lo sé, pero esta gente transmite una energía que es muy estimulante y contagiosa, es como si emanaran la alegría y el buen rollo por cada poro de su piel. Las telas de colores, la música, las sonrisas de la gente; todo sumado hace que una ande como medio zen todo el día.
Ahora estoy de vuelta ya en Inglaterra y sorprendentemente no me ha costado nada el cambio. Echo de menos la sonrisa permanente de los ghaneses pero se agradece la honestidad de los ingleses y la tranquilidad de que no te intentan timar por defecto.
Mi vuelta a Inglaterra fue un poco accidentada; primero me cancelaron el vuelo por el mal tiempo ya que coincidió con la nevada en Europa. La perspectiva de quedarme un día más en Accra sonaba muy prometedora para poder ir a la playa pero tuve la mala suerte de que esa noche me salió una úlcera en la córnea del ojo izquierdo. Además, como no me lo pude curar hasta que llegué a Oxford un día y medio más tarde, pues lo pasé realmente mal durante todo el viaje.
Cuando llegué nevaba en Oxford y estaba todo precioso pero a mí me daba igual porque no podía ver nada y me dolía demasiado el ojo y la cabeza como para apreciarlo. Ese día además, apenas dormí dos horas por el vuelo así que entre el viaje, el ojo y el cansancio de estar un mes fuera de aquí para allá, pues daba auténtica pena. Estaba tan cansada que me eché a llorar cuando la enfermera me preguntaba por los síntomas de la úlcera. La enfermera era súper borde y me miraba con una cara de vinagre mientras yo solo decía "perdón, perdón, ya paro..." jajaja. Yo sólo necesitaba llegar a casa y dormir... por la forma en que me miraba la gente, creo que opinaban lo mismo. Para más inri, la ciudad estaba paralizada por la nieve y tuve que esperar una hora para poder coger un taxi y llegar, por fin, a casa. Ese fin de semana lo pasé en estado catatónico echándome gotas cada hora (sí, día y noche) y afortunadamente, sin utilizar lentillas y con dos semanas de tratamiento lo tengo casi curado. Qué afortunados somos en el "primer mundo".
ACCRA - ¡¡¡VACACIONES!!!
Una vez acabado el trabajo de campo llegaron mis ansiadísimas vacaciones. Desde Oxfam me "dejaron" volver a la oficina una semana más tarde y yo feliz de la vida porque Accra está en la costa y yo llevaba soñando con ir a la playa desde Diciembre.
Tengo la suerte de que una amiga mía del máster, Satomi, está haciendo prácticas en Accra así que me junté con ella a media tarde. Mientras esperaba a que se levantara de la noche de juerga anterior me metí en la primera cafetería occidental que ví a dar buena cuenta de paninis y fajitas. Con el hambre que tenía casi me como media cafetería. Me junté con Satomi a media tarde y tras ponernos al día, nos fuimos a cenar a un restaurante mejicano con una amiga suya coreana simpatíqusima. Esa noche me tomé la primera cerveza en dos meses que me supo a gloria bendita y unas quesadillas que fueron como maná recién caído del cielo. Además, hacía una temperatura perfecta de calor con brisilla, nada bochornoso. Estaba tan a gusto que cantaba con entusiasmo la música reggaetonera que sonaba de fondo (mi hermano estaría muy decepcionado conmigo, lo siento Carlos).

Esa noche me fui a casa de Laura, una chica ghanesa con la que contacté en couchsurfing. Laura es una chica encantadora de 28 años que me acogió en su casa a pesar de trabajar de enfermera y estudiar al mismo tiempo e ir de culo toda la semana. Fue una suerte contar con ella para moverme por Accra y coger los tru-tru, furgonetas que hacen de autobuses y que llevan a un individuo con medio cuerpo fuera vociferando las paradas en twi o en ga, las lenguas locales.
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Waakye |
Mi favorito es el red-red: pescado frito con judías, gari y kelewele (plátano frito). Menos mal que conocí estos platos porque si no yo no salía del fufu o del arroz blanco con vegetales...¡no por Dios!
Laura es una chica con la que se puede hablar de todo y era sorprendente ver la determinación y la seguridad con la que se oponía a todo lo que se espera de una chica africana de 28 años: casarse y tener hijos. Ella tiene un novio alemán al que ve de vez en cuando pero antepone sus estudios ante todo y no tiene ninguna prisa por casarse, ni siquiera sabe si lo hará. Me contaba que en Ghana es muy frecuente que las chicas tengan "novios" en Europa o Estados Unidos. Una amiga suya sin ir más lejos, "sale" con un señor americano de 70 años, al que nunca ha visto. Hablan a menudo y ella sueña con irse a Estados Unidos.
A mí me da pena que estos jovenes tan preparados tengan tantas ganas de irse a Europa o América, a "la tierra de la abundancia", sin duda influenciados por los medios de comunicación y por la creencia de que los blancos son todos ricos. Está claro que tenemos el privilegio de vivir en países con una mejor economía y económicamente más desarrollados, pero como tal y como intentaba explicarles, no todo es desarrollo ni un mayor PIB significa más felicidad. En Ghana, y también en Senegal, hay mucha pobreza pero se respira alegría en el ambiente. Tienen menos dinero pero más sonrisas y un sentimiento de comunidad muy arraigado. El camarero del hotel de Tamale me decía lo mismo; él se vino a estudiar a Inglaterra y decía que se sentía muy solo y que solo se quería volver a Ghana.
Sé que es muy fácil decir estas cosas desde mi condición de europea privilegiada a la que nunca le ha faltado de nada, pero me da la impresión de que la gente que he conocido en Ghana y Senegal son más alegres. Quizá sea porque tengan menos expectativas y por tanto menos frustraciones, no lo sé, pero esta gente transmite una energía que es muy estimulante y contagiosa, es como si emanaran la alegría y el buen rollo por cada poro de su piel. Las telas de colores, la música, las sonrisas de la gente; todo sumado hace que una ande como medio zen todo el día.
Ahora estoy de vuelta ya en Inglaterra y sorprendentemente no me ha costado nada el cambio. Echo de menos la sonrisa permanente de los ghaneses pero se agradece la honestidad de los ingleses y la tranquilidad de que no te intentan timar por defecto.
Mi vuelta a Inglaterra fue un poco accidentada; primero me cancelaron el vuelo por el mal tiempo ya que coincidió con la nevada en Europa. La perspectiva de quedarme un día más en Accra sonaba muy prometedora para poder ir a la playa pero tuve la mala suerte de que esa noche me salió una úlcera en la córnea del ojo izquierdo. Además, como no me lo pude curar hasta que llegué a Oxford un día y medio más tarde, pues lo pasé realmente mal durante todo el viaje.
Cuando llegué nevaba en Oxford y estaba todo precioso pero a mí me daba igual porque no podía ver nada y me dolía demasiado el ojo y la cabeza como para apreciarlo. Ese día además, apenas dormí dos horas por el vuelo así que entre el viaje, el ojo y el cansancio de estar un mes fuera de aquí para allá, pues daba auténtica pena. Estaba tan cansada que me eché a llorar cuando la enfermera me preguntaba por los síntomas de la úlcera. La enfermera era súper borde y me miraba con una cara de vinagre mientras yo solo decía "perdón, perdón, ya paro..." jajaja. Yo sólo necesitaba llegar a casa y dormir... por la forma en que me miraba la gente, creo que opinaban lo mismo. Para más inri, la ciudad estaba paralizada por la nieve y tuve que esperar una hora para poder coger un taxi y llegar, por fin, a casa. Ese fin de semana lo pasé en estado catatónico echándome gotas cada hora (sí, día y noche) y afortunadamente, sin utilizar lentillas y con dos semanas de tratamiento lo tengo casi curado. Qué afortunados somos en el "primer mundo".
Estoy escribiendo esto instalada en mi nueva súper habitacion que he tenido la suerte de encontrar en pleno centro de Oxford. Es grande y muy luminosa, con muchísima luz natural y lo mejor de todo, con un balconcito (he quitado lo de ideal porque en realidad es bastante cutre) donde desayunar los días que haga sol (ya tengo la cafetera y la taza bonita, ahora sólo me falta el sol). Sería todo muy victoriano y muy british style si no fuera por el Domino's Pizza que tengo debajo, que le quita bastante encanto. Hasta que he encontrado una habitación decente en Oxford (cosa nada fácil) he estado alojada en casa de la familia La Mata - Benito, que me han acogido de maravilla y a los que les estoy súper agradecida por todo.
Mi maravillosa habitación, su terracita y el cutre Domino's debajo |
Y hasta aquí mi experiencia en el maravilloso país que es Ghana. Espero haber transmitido todo lo bueno del país y del continente, que es mucho. Contar mis experiencias hablando se me da fatal; no paso del “muy bien muy bieeen, ¡muy contenta!”, cuando en realidad hablaría de mil cosas. Escribir me sirve para ordenar las ideas y encontrar las palabras adecuadas así que si encima lo habéis disfrutado, pues el doble de mejor.
¡Hasta pronto!
Elena
ME encanta la que cuentas y cómo lo cuentas, pero más aún tus reflexiones, realmente somos unos afortunados... mil besos ratón!!
ResponderEliminarGenial, Elena! Lo he empezado a leer esta mañana cuando nos lo ha enviado tu madre pero he decidido reservarlo para cuando estuviera tranquila y pudiera disfrutarlo mejor. Y lo he disfrutado un montón. Un besazo y sigue contando!!!
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